Sunday, April 01, 2007

Como México no hay dos.

Hay cosas que deveras, nomás tenemos los mexicanos.Una de ellas el sombrero ancho.
Ningún otro pueblo del mundo se pone en la cabeza tamaña estramancia.
El sombrero grande de palma para protegerse del sol y la lluvia, muy bien. El tejidito ese muy cerradito con una motita en la parte de atrás que se usa mucho por Michoacán para dominguear, perfecto.
Pero el sombrerón ese que se ponen los charros, como de un metro de diámetro, ribeteado y recamado con figuras bordadas que de perdida pesará unos cinco kilos o más, con el que tienen que ladear la cabeza para pasar por una puerta. ¿Se puede considerar práctico, elegante, o siquiera útil para algo que no sea conseguirse un dolorón de cabeza?

Una anécdota a propósito del dicho sombrerón.

En su visita a México el papa Paulo VI fué víctima de esa costumbre majadera de encasquetarle a los visitantes distinguidos un sombrero de charro lo mas adornado posible. La encargada de tamaño despropósito era siempre una tal Guillermina Rico, lideresa de los vendedores ambulantes en la era de los dinosaurios priistas.

Bajar el papa la escalerilla del avión y avalanzarse sobre él doña Guillermina fue todo uno. Y en aquel tumulto entusiasta se le resbalaba el sombrero al papa y presta doña Guille se lo volvía a zampar. Total el papa terminó con la pelona toda magullada, dos evidentes chipotes en la frente y una rara sonrisa congelada que más parecía una mueca entre furia y dolencia.

El que gracias a su elevada estatura se salvó de tan salvaje ceremonia fué el General De Gaulle.En vano Doña Guillermina se paraba de puntitas o hasta daba brinquitos para alcanzar la testa del General.Ni modo, no se pudo.
A fín de cuentas tampoco se fué limpio mi General. En la bola le robaron la gorra militar. Y nomás no se encontró nunca.
Ahhh mexicanos.....

Donde si de plano no tuvimos ni tendremos parangón fué con: ¡¡¡Las soldaderas!!!

¿A quien demonios se le ocurre ir a la guerra con todo y vieja la que a su vez cargaba con el bastimento, el petate, el molcajete, el brasero y un chilpayate enrebozado en la espalda?.

Ya me imagino un diálogo bélico-gastronómico entre dos protagonists de aquellos tiempos heroicos.

-Orita vengo Bardomiana,nomás voy a matar unos cuantos endeviduos. Pa cuando regrese quero que ya estén los chilaquiles, el atole blanco y las gordas eh?-.



-Ta güeno Quirino. Pero no dilates muncho porque en almorzando tenemos que agarrar el tren que va pa la estación de Irapuato onde cantaban "Los horizontes".

¡¡¡Ajuuuuúaaaa!!!!

Don Isra..