Sunday, July 17, 2005

Sigue la mata dando.

Allá en Jalpa Zac. por los años cuarenta nos bañabamos cada ocho días y a veces hasta más...
Es que había que sacar el agua del pozo, que bien tendría unos veinte metros de profundidad y se le quitaba lo fría poniéndola un buen rato en el sol en una tina de esas de zinc. No se calentaba, pero bueno. Que jabones de olor ni que champus, puro de lejía. Estropajo de mecate y un pedazo de ladrillo para tallarse los talones negros de mugre eran los artículos de belleza.
La tarde del dìa anterior habíamos pasado ya el ritual de despiojarnos.
Se sentaban las mamás en una silla bajita de esas de madera y tule, poniéndose sobre las piernas un lienzo blanco. Uno se arrodillaba inclinado frente a ellas y con unos peinecitos chiquitos muy cerrados iban haciendo caer los bichos sobre el lienzo. Se mataban apachurrandolos con las uñas de los dedos pulgares. Los más grandes hasta tronaban. Las liendres eran más dolorosas, porque había que arrancarlas desde casi la raíz del cabello y cuando estaban por el lado de las patillas hasta los ojos le lloraban a uno.
Calzón de manta de costales de harina, pantalón de mezclilla de pechera y camisa heredada del hermano mayor que a su vez la había recibido de otro pariente y huaraches era la indumentaria después del baño que bajo la estricta vigilancia de la mamá terminaba despues de tres jabonadas.

Estoy seguro que en muchísimas poblaciones del País siguen en estas condiciones aunque los políticos digan que no.

No pos como. Ellos viven en mansiones de lujo con dos o tres baños y jacuzzi. Cochera para cuatro coches, criados hasta para que les suenen los mocos y billetes hasta para atrancar al tren...

Pero dejenlos, se les habrá de ofrecer......

Don Isra..

Thursday, July 14, 2005

Todo el monte es oregano.

Hacía doce horas de Guadalajara a Huejuquilla el Alto.
Primero un camión de los Rojos de los Altos, que pasando por Juchipila Zac (mi tierra natal) Jalpa, Huanusco, Tabasco, Villanueva y Zacatecas llegaba a Fresnillo al mediodía.
Ahí tomaba otro de los llamados guajoloteros donde los huicholes que forman la población de aquellos rumbos llevaban costales, gallinas, chiquillos, petates etc. Eran poquitos asientos de modo que ibamos apeñuscados y zarandeados, pues la mayor parte del camino era terracería. Llegabamos por allá a las diez de la noche, todos enterregados y oliendo a perro remojado.
A un viejillo del que nunca supe su nombre le dió por ir diario a la oficina y me entretenía con sus pláticas de los cristeros, de aparecidos y de los amores prohibidos de ciertas señoras muy respetables.
Su reloj para despedirse era la salida de las muchachas de la escuela secundaria que estaba en la misma cuadra.

-Bueno Jefe ya me voy, ya salieron las escuelantas-
Cuando me vine de allá, me regaló un costal lleno de orégano del cerro, que por allá se da mucho.

Se lo agradecí pero intencionalmente lo olvidé en el camioncillo guajolotero al llegar a Fresnillo
¿Que iba yo a hacer con tanto orégano?

Don Isra..