Sunday, November 06, 2005

Solo y mi alma

Que yo me acuerde, dos veces me he sentido como creo que deben sentirse los náufragos.
La primera fue en Enero de 1958.
Llegué desde Ameca Jalisco a tomar posesión como telegrafista en Hermosillo Sonora.
Contaba yo con apenas 17 años y partí con mis tres garritas dobladas dentro de un veliz de lámina y con mil temores apretados en el pecho.
Tres días de viaje, atravesando los estados de Jalisco, Nayarit y Sinaloa y llegué a la capital de Sonora.
Eran cerca de las once de la noche y no conocía a nadie ni sabía a donde llegar. En mi vida había yo ocupado un taxi y menos rentado un cuarto de hotel. A esa hora la terminal estaba casi vacía, así que desolado y como perrito en rancho ajeno me senté, me puse mi velicito sobre las piernas y mirando azorado para todos lados mis temores amenazaban con desbocarse cuando.......
¿Va a querer taxi joven? ¿Va a llegar a casa o quiere que lo deje en un hotel?
¡¡Si si señor, si quiero un taxi!! Vengo a trabajar en el telégrafo de aqui y todavía ni sé a donde llegar....
Debe haberme visto muy asustado porque ya tuteandome y con el inconfundible acento de los sonorenses dijo: "Estás muy plebito ¿qué no? Te voy a llevar a un hotel cerca de los telégrafos
y ya mañana que tus compañeros te orienten donde vas a vivir ¿Te parece chavalo?
¡¡¡Claro que me pareció!!!

Don Isra..

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