Pocas veces Doña Soco compraba algo en la tienda.
Llegaba, saludaba, preguntaba por algún artículo del que ya sabía que no había en existencia, revisaba otro con mirada crítica y nariz fruncida, lo olía, lo medía, revisaba la fecha de caducidad, me preguntaba si ya lo había yo probado...
-Si Doña Soco- cabeceaba yo sin que se dignara mirarme.
-Pues ni modo, me voy a llevar "esto" a ver si nos gusta, porque estamos acostumbrados a otra marca mejor, a la más cara....
-Bien Doña Soco..
En esas estábamos cuando:"¡No se muevan, es un asalto!"
Eran dos pelafustanes, uno armado con una pistolilla al parecer calibre 22 y el otro sin nada.
¡Jesús, María y José¡ exclamó Doña Soco cuando el desarmado la empezó a esculcar en sus partes pudendas a ver si había escondido el dinero. Pero no. Doña Soco nada más traía un monederito con sus llaves y unas pocas monedas. Creo que no hubiera alcanzado ni a pagar por aquel artículo que llevaba y que tanto despreciaba.
¡Orale vieja jija da pa´lla y pa áca! Metase allá adentro. Y la encerraron en el patiecito trasero de la tienda poniéndole el picaporte.
Regresaron conmigo. Se llevaron el poco dinero que había en la caja, unas cajetillas de cigarro, dos billetes de a veinte mochos y creo que nada más...
Se fueron los limosneros con pistola y yo seguí con mi trabajo.
Atendí a más clientes que llegaron después, acomodé los refrescos en los refrigeradores, barrí y ya iba a trapear cuando...¡Doña Soco! Se me había olvidado que estaba encerrada.
La encontré repechada en unas cajas vacías de refresco, con los ojos llorosos y las manos entrelazadas como tronándose los dedos.
--Ya, Doña Soco. ya se fueron..
-¡No vuelvo a venir a su maldita tienda¡- me gritó cuando a grandes zancadas ganó la salida.
Me quedé pensando: Bueno, algo salí ganando yo también.
Don Isra..
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