Sunday, April 30, 2006

San Pancho.

El ingenio era la vida de Ameca.

Empezaba la zafra y con el pitido de la fábrica el pueblo se desperezaba. Los trabajadores iban en parejas o hasta en grupo chachareando, de buen humor, rumbo a su chamba. Empezaban a pasar las trocas y los carritos de mulas cargados de caña quemada y la chiquillada nos dábamos vuelo jalando las que tanteabamos más gruesas y jugosas sin hacer caso del enojo y las maltratadas del chofer o del carretero.

Había mas dinerito. Las señoras venían del mercado con sus canastas mas llenas, no faltaba en la tarde uno que otro mariachillo entonando sones como "El carretero" "El cuatro mentado" "El maracumbé" y el obligado "Que bonito pueblo de Ameca" en el que como en todos los corridos de todos los pueblos nos dicen de sus mujeres bonitas, sus hombres valientes y sostenedores su iglesia y sus paseos. Todos dicen eso.....

La placita se colmaba en la serenta de los domingos, donde desde el kiosco la banda dirigida por Don Cuco (de oficio carpintero como dijera López Velarde en su "Suave Patria") se esmeraba con las notas de "El costeño" "La Norteña" "Tierra Blanca" mientras las muchachas daban la vuelta en un sentido y los muchachos al contrario ofreciéndoles a las elegidas una flor que si la aceptaban ya casi era noviazgo, nomás había que cuidarse de los papás que seguramente estaban sentados en alguna banca. Todavía tengo en la nariz el picante olor de los claveles que en cada esquina de la plaza vendían unas enrebozadas que calculaban el precio echándole una mirada al cliente, como quien dice "Asegún el sapo es la piedrada".

También ahí trabajé. En el Ingenio de San Pancho como le decíamos los que ya le teniamos confianza. Trabajé en las oficinas, con eso de que ya medio escribía a máquina, hacía avisos, boletas, y acomodaba órdenes de entrega y cosas así...
Estuve unos cuantos meses nomás. Por cierto que fué en esa chamba, donde cuando salía ya en la tarde, empezaba a ver con el ojo derecho primero una especie de culebrita que se iba agrandando hasta casi taparme la visión y me estrellaba con las rejas de las ventanas que sobresalían y luego seguía el izquierdo pero para entonces ya iba llegando a mi casa; vomitaba, me acostaba un rato y se me quitaba, pero al otro día igual.

Sabe que sería.

Don Isra..

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